lunes, 18 de mayo de 2015

¿Qué es la filosofía de la Ciencia?

La ciencia moderna, la ciencia de hoy en día, abarca un sinnúmero de áreas o disciplinas aparentemente distintas entre sí. Por un lado tenemos a las llamadas ciencias duras: la física, la química, la biología y las matemáticas, aunque esta última haya sido considerada como de distinta naturaleza con respecto de las tres primeras. Por otro tenemos a las ciencias humanas, de las cuáles se dice que son especulativas, alejadas de la experimentación, carentes de la generalidad y la cohesión que se espera de las disciplinas científicas –por esta razón se les ha llamado, en contraste con las primeras, ciencias blandas. La filosofía de la ciencia ha tratado tanto de las ciencias duras como de las ciencias blandas, pero el grueso de la investigación se ha concentrado en las primeras, sobre todo en la física, considerada por los filósofos como modelo o paradigma de la ciencia experimental. No quisiera discutir aquí todavía la cuestión de si las ciencias sociales representan un saber o conocimiento de naturaleza diferente al de las ciencias duras, lo cual nos llevaría a discutir qué tan justo es comparar a las ciencias sociales con las ciencias duras para luego darles el calificativo de blandas. Por ahora sólo me interesa decir que, al menos programáticamente, la filosofía de la ciencia tiene entre sus objetos de estudio también a las llamadas ciencias sociales, aunque los estudios sobre ellas por los filósofos de la ciencia no sean tan abundantes como los estudios sobre las otras.

¿Son la astrología, la quiromancia, las creencias que llamamos supersticiosas, las cosmovisiones autóctonas objeto de estudio de la filosofía de la ciencia? Lo son sólo en la medida en que la filosofía de la ciencia intenta trazar la diferencia entre lo que es científico y lo que no, pero no más allá de eso. Qué cosa es ciencia y qué cosa no, por supuesto, es uno de los problemas de la filosofía de la ciencia. Sin embargo, inicialmente ella da por sobreentendido el concepto de ciencia. Asume que la física, las matemáticas y otras disciplinas recogen el saber científico y luego se dedica a reflexionar sobre distintos aspectos de ellas. Entonces aparecen cuestiones generales, cuestiones que tienen que ver con características comunes a todas las ciencias. ¿Qué tienen en común la física, la química, la biología y las matemáticas? ¿Qué tienen en común la forma en que Galileo echa por tierra la teoría aristotélica de la relación peso-aceleración y la forma en que Pasteur refuta la teoría de la generación espontánea? ¿Qué tienen en común la forma en que se elabora la teoría de las órbitas elípticas de los planetas y la forma en que se llega a la estructura interna del átomo? Cuando la filosofía de la ciencia empieza a transitar ese camino, al final termina con problemas sobre el método científico, sobre la formulación de hipótesis, sobre la medición, la matematización, sobre la explicación, la predicción y la experimentación científica, sobre la relación entre las teorías y el mundo, sobre la inducción y la deducción, sobre las comunidades científicas, sobre el papel de los prejuicios en la elaboración de las teorías, etc.

Pero la filosofía de la ciencia puede ser más específica. Puede concentrarse en una sola disciplina. ¿Cómo se determina la verdad en el saber matemático? ¿Qué diferencias puede haber entre el infinito actual y el infinito potencial? ¿Debemos entender los números como clases, funciones o como construcciones a partir de intuiciones básicas como creía Brower? Esos son problemas específicos de una rama de la filosofía de la ciencia, la filosofía de las matemáticas. Y lo mismo puede hacerse con cada ciencia dura, de manera que podemos encontrar filosofía de la física, de la química, de la biología, etc. Y la especialización también nos lleva a la comparación entre disciplinas, surgiendo así problemas sobre si algunas ciencias son reducibles a otras, si ciertas teorías pueden extrapolarse a otros campos del saber o al menos ofrecernos una guía sobre cómo deberían ser las teorías en esos otros campos, en fin. Es así como surgen problemas sobre si la química es reducible a la física o si los modelos probabilísticos de la física quántica pueden aplicarse a la predicción de comportamientos humanos o sociales o si existe una diferencia de naturaleza o de grado entre las matemáticas y otras disciplinas.  Así, pues, se completan los distintos campos de estudio dentro de la filosofía de la ciencia.

Podemos, pues, dar ya una vaga definición de filosofía de la ciencia. Ella estudia el saber científico su naturaleza, su estructura, su función, su relación con el mundo, su importancia, pero también los procedimientos, las historias de descubrimiento o invención que dan origen a dicho conocimiento, las comunidades científicas y las formas en que estas se comportan y relacionan con su entorno. Esto lo hace ya sea en un plano general, ya sea en un plano específico, muchas veces comparando y distinguiendo y otras extrapolando. Como se puede ver, el tema de estudio de la filosofía de la ciencia es vastísimo, pero aun así, ella es tan sólo una rama de la filosofía en general. Si pudiera decidir, diría que es una rama de otras ramas, si es que tiene algo de sentido la división interna que se suele hacer dentro de la filosofía.

Suele surgir, entre los que se acercan a la filosofía de la ciencia, una preocupación sobre la utilidad. ¿Para qué sirve la filosofía de la ciencia? ¿Para qué estudiarla? Suponiendo que no sean preguntas retóricas surgidas de la pereza o del escaso gusto que pueda tenerse por la filosofía, deberíamos recordar que la utilidad muchas veces es cuestión de creatividad. Hacernos conscientes de aspectos del conocimiento científico puede volvernos más tolerantes frente a creencias que consideramos supersticiosas, aunque a algunos los vuelve todavía más sectarios. Quizás pueda mejorar el desempeño de los científicos al hacerlos conscientes de los vericuetos del conocimiento científico,  aunque para algunos de ellos sea confundente y los distraiga de los objetivos. Sin embargo, la mayoría de los que hacen filosofía de la ciencia no lo hacen por la utilidad que ella pueda tener, ni están preocupados en hallarle aplicaciones.  Lo hacen porque les gusta ver y comprender, porque les gusta tener claridad sobre esos asuntos. Les intriga el conocimiento científico, disfrutan con sus fórmulas, con sus historias heroicas, con sus descubrimientos y aplicaciones. Quieren saber por qué el conocimiento científico funciona, si es el único saber o si hay otras formas de saber, si estamos legitimados al considerarlo un tipo de saber superior y en qué sentido, si hay alguna posibilidad de objetividad en el conocimiento, si es posible una “ciencia dura” para el ser humano y su sociedad. Esas cuestiones les preocupan y son el motor del avance de la filosofía de la ciencia.